jueves, 31 de enero de 2008

nuevos tratamientos para viejos virus


ya en 1980 la asociación de psiquiatría de la hoy populosa federación ubicada al norte de méxico, había tomado nota de la presencia de un cierto tipo de virus que provocaba una patología a la que bautizó ODD, o sea desorden de oposición desafiante, por su sigla en inglés. según informaron en aquel año, la patología afecta a los jóvenes que no incurriendo en actividades ilegales muestran un comportamiento negativo, hostil y desafiante; se muestran rebeldes, disconformes con el autoritarismo y protestones. los síntomas que señalaron hace casi veintiocho años estos masters de la psiquiatría, son clarísimos: desafiar o negarse activamente a cumplir las demandas y normas de los adultos y discutir a menudo con ellos. también está claro que los psiquiatras de la federación ubicada al norte de México proveyeron a los enfermos, víctimas de los trastornos mentales causados por el ODD, de los medicamentos necesarios, pues, como todo el mundo sabe, convenientemente medicada la patología desaparece. entonces… ¡hay que medicarlos! para eso están los psicotrópicos.
tal como lo señala gelman citando a savater: es una tradición bien documentada desde comienzos de nuestra época moderna y racionalista que quienes se comportan de manera excéntrica, vituperable o peligrosa sean considerados enfermos, of course.
recurriendo a la historia, para que este texto tenga mayor verosimilitud científica, debemos decir que, aunque pocos lo deben recordar, john adams, el segundo presidente de la federación ubicada al norte de méxico, promulgó en junio de 1798 cuatro leyes aún vigentes: a. el plazo para optar por la ciudadanía estadounidense se amplió de 5 a 14 años de residencia; b. el presidente puede deportar a los extranjeros “peligrosos” según su soberana voluntad; c. el presidente puede expulsar o encarcelar a extranjeros enemigos en tiempos de guerra; d. toda conspiración contra el gobierno, incluyendo los disturbios, es un delito mayor.
15 años después, en 1813, otro ignoto y por suerte olvidado personaje que también fue presidente de la misma federación, benjamin rush, diagnosticó que la rebelión contra la autoridad federal centralizada es un exceso de pasión por la libertad y que constituye una forma de insania.
pero dignos de un aplauso de pie en un auditorio colmado de grandes personalidades son los descubrimientos del dr. samuel cartwright, quien descubrió la drapetomanía, mal que provocaba en los esclavos el deseo de huir, y la dysaesthesia aethiopis, enfermedad que impedía que los esclavos prestaran la debida atención a las órdenes del amo.
como se puede leer, los antecedentes hablan de virus que han sabido sobrevivir a lo largo de cuatro siglos, pero hoy, por suerte, la industria farmacéutica provee de buena gana las drogas necesarias para obtener en aquella federación y en cualquier otro lugar del mundo que así lo desee, suficientes recursos humanos jóvenes y bien educados que, en uso de la razón, gracias a la medicación correcta, deciden ser sumisos, sacrificar sus vidas en guerras que no les importan, alejarse de las actividades subversivas en movimientos por la paz o de derechos humanos.
la buena nueva está dada por la aprobación en la federación ubicada al norte de méxico de una reciente ley de prevención de la radicalización violenta y del terrorismo intra país, ley impulsada por el nunca bien ponderado george bush. el pentágono está ansioso por poner en práctica la ley ya que parte de esa práctica incluye la provisión de armas de todo tipo a los cuerpos de seguridad de las universidades (principal sitio donde se focalizan los virus de las patologías antes nombradas), dotación de complejos sistemas de circuito cerrado en los campus donde estudian y viven los jóvenes, registro con pelos y señales de cada uno de los millones de estudiantes con el fin de identificar a sospechosos con algún síntoma de los ya descriptos.
¡ah, por qué no me tocó vivir en un país tan de maravillas!

acerca de las formas de las nubes

--y una película me trajo a la memoria aquellos días, cuando con mis hermanos, mirábamos la forma de las nubes --dijo el niño sin edad, y luego apoyó su mano en el peludo lomo del pastor inglés enano que, seguramente, con los ojos escondidos tras el pelaje blanco lo estaba señalando con la mirada. en la película el perro amarillo los niños también se divierten con la forma de las nubes. y el niño sin edad, mientras ejerce su pasión de andar por las rutas, ahora en moto, como quien recorre los cielos, también disfruta con el simple hecho de estar ahí, en el camino, en ninguna parte, observando aquellas instalaciones aéreas

miércoles, 30 de enero de 2008

los colores en la oscuridad

el agotamiento la cubre desde un pulverizador que va metiendo colores cada vez más apagados y comienza a volverse de un cierto rojo extenuado, y caen las hebillas del pelo sobre una mesa y el pelo sobre los hombros, la espalda. un rosa embarrado o la sangre en el lavatorio, aguada, y caen los aros y anillos. las cosas de alrededor comienzan a encerrarse en grises de peltre y el pequeño broche del corpiño queda suelto debajo de la blusa. pátina de ciertos violetas aún no acabados y las marcas de los bordes de los zapatos tatuadas en la piel, se quedan solas. el escandaloso degradé comienza a derramarse sobre las metálicas oscuridades y el deslizarse de los livianos tejidos emprende rumbos inciertos, la pollera en el suelo y la blusa, alejada de la cabeza, sobre el respaldo opaco de una silla. las hojas de los árboles pierden su capacidad de teñir de verde el aire y la última hoja cae al suelo, hay un suspiro, unos pasos y un ruido de agua que corre en la oscuridad

lunes, 28 de enero de 2008

la condición atmosférica


entre las condiciones se encuentran, dos puntos: muy pocas veces la condición humana, cada vez más veces la condición homosexual, muchísimas veces la condición moderna, miles de alusiones a la condición posmoderna, la condición puritana tiene sus menciones, la condición alcohólica está absolutamente demodé y por eso se multiplica, decadente, la condición alucinada dejó de importar a la prensa, sin embargo pesa la condición narcotraficante, en tanto que la condición más frecuente no es como podría pensarse, la obscena sino la obsecuente y para no alargar la lista me quedaré un momento con la condición atmosférica, la que vivimos hace unos días atrás y que nos permitió ver --miren en la parte inferior izquierda de la foto-- un pequeño objeto volador que irradiaba su propia energía y el sol y su fenómeno

el sábado estuvimos en última hora



el pasado sábado, en la sección DYF (dentro y fuera), nos dedicaron un rinconcito del diario uh, no es gran cosa, pero allí estuvimos. se agradece formalmente a la gente que allí trabaja por esta mirada hacia el ybytyruzú. a pesar de que escribieron tres veces el apellido de forma diferente. ¿será "montesinos" como dice el título, será "montesino" como reza el domicilio virtual, o será "montesitos", como aparece al final del parrafito (oh, la rima no descansa jamás). cosas de la identidad trinitaria de uno, je.

una cuestión jabonosa

la lluvia es un aparato mudo y en el galpón donde se oculta el piso se cubre de pronto con una pátina jabonosa, los animales entran de a uno y caen al suelo, las patas de los cuadrúpedos se abren desvencijadas, los voladores no alcanzan a remontar sin el impulso, los rastreros pierden el control de sus zigzaguentes avatares y hasta los acuáticos se pierden y es la lluvia que lo borra y lo enjabona todo

viernes, 25 de enero de 2008

los saíres, los asurtos y el enigma

no quiero, me niego a decir "la brisa nocturna" porque la brisa no es esa cosa lánguida y suave que acaricia melódicamente la piel de la amada, la brisa es otra cosa, tal vez sea el viento que llega hasta vos y te aprieta las nalgas, es más caramelo decir "el sair nocturno" y me estoy ahorrando una letra, economía poética, porque tampoco quiero decir a continuación "atraviesa los campos roturados", o sea que "la brisa nocturna atraviesa los campos roturados" es un asco de frase, ya ven, la encontré en un supuesto poema, por qué no completar nuestra nueva frase diciendo por ejemplo "el sair nocturno se deja estar sobre los campos de asurto" y crear el enigma y poner un signo de pregunta y darle suspensión a la frase, y crearle un caracú sabroso, ese algo, esa veladura, que el textito-lugar-común no tiene, o sea, por qué no escribimos un poema y nos dejamos de joder

rojo de vapor: la historia, las críticas y una mini-muestra


la historia se desarrolla entre finales de 1988 y mediados de 1990. la primera fecha marca mi encuentro con douglas k. currier, escritor estadounidense, y con la poesía imaginista de ese país. también esos últimos meses de 1988 marca un tiempo de crisis profunda en argentina, allí comenzó la hiper-inflación y el desbande de muchos, en ese mismo lapso fueron creados los poemas que me llevarían a participar de la primera bienal de arte joven de buenos aires (1989), allí conocí casi por casualidad a juan carlos maneglia y alejandra garcía, que habían llegado desde asunción, el uno con sus primeros videos y la otra con sus obras plásticas. lostres andábamos en ese entonces cerca de los 25 años de edad. luego de aquella maravillosa y enriquecedora experiencia en la que también conocí a víctor redondo, luis bravo y néstor perlongher entre otros, volví a la calma chicha de corrientes donde completé un primer intento fallido de libro. la crítica mordaz de mi amigo douglas k. currier me facilitó el camino para archivar el mamotreto e iniciar una carrera (en el sentido literal del verbo correr) donde las palabras eran tecleadfas en una maquinita portátil sobre un escritorio de vidrio de frente a una ventana que daba a un patio con algo de verde y muy cerca de la hilandería tipoití en la ciudad de corrientes. en julio de 1989, incluyendo en mi bolso gran parte del manuscrito de rojo de vapor (ya tenía título), partí rumbo a asunción para trabajar, para iniciar algo de nuevo. allí terminé el libro. lo adecué a las características exigidas por el concurso de la embajada española y finlamente (creo) disfruté de los mil quinientos dólares del premio. el libro tardó un año en editarse (1991) y otro año en ser nuevamente premiado (1992), con el premio junta municipal de literatura (en su primera edición) otorgado a los libros éditos en el período desde el golpe del 89 hasta creo que septiembre del 92. esta vez no hubo dólares sino una placa de metal y el reconocimiento de la ciudad, el premio me lo entregó el arquitecto jorge rubbiani que entonces era concejal municipal. lo cierto es que leer rojo de vapor ahora es para mí una experiencia bastante displacentera. son pocas las líneas y las imágenes que me conforman, por no decir ninguna, y a veces no llego a entender lo que se dijo entonces del libro. en fin, historias, no más que eso
EXPERIMENTAL POR EXCELENCIA

por Jorge Aiguadé

“rojos de vapor los inquietadores / canjean ruidos por incertidumbres…” dice Jorge Montesino y expone, tal vez sin pensarlo el principio de su poética. Rojo de Vapor es un largo poema en el que los impulsos de los sonidos, del juego rítmico, lleva a trastocar el sentido habitual del lenguaje, incluido el poético. El poeta, prestidigitador / inquietador, trueca sonidos por incertidumbres, y deja al mundo en suspenso entre su otra faz (la que no se ve con los ojos habituales) y la que podría ser la verdadera…
Experimental por excelencia, la poesía de Montesino rescata un trabajo de larga tradición en la poesía universal. La punta de la madeja remonta a Mallarmé, y la otra punta suele desembocar también en Mallarmé. En el caso de Rojo de Vapor parece ser así, pero por el medio pasa toda la tradición de la imaginería surrealista y la poesía coloquial de los años 50 / 60.
Hace mucho bien al proceso de nuestra poesía que se incorpore esta voz tan lúdica y libre. No por ser lúdica y libre solamente, sino porque su trabajo está sustentado por la sensibilidad estética y la intuición, características que nunca faltan en los poetas de verdad.

Asunción, mayo de 1991
Texto publicado en la contratapa
de la primera edición del libro “Rojo de Vapor y otros poemas”

ROJO DE VAPOR Y LA POESÍA DE VANGUARDIA EN EL PARAGUAY

por Miguel Ángel Fernández

Cuando en 1990, en ocasión del concurso de poesía “V Centenario”, convocado por el Centro Cultural “Juan de Salazar” y el Instituto de Cooperación Iberoamericana, leí, en mi condición de miembro del jurado, los poemarios presentados al mismo, me quedé impresionado por el nivel bastante alto de la mayoría de los trabajos. Eran diversas expresiones que iban desde los poemas intimistas y testimoniales, pasando por alguna manifestación enraizada en la cosmovisión mítica guaraní, hasta algunas experiencias afines a las vanguardias poéticas de este siglo. No fue fácil otorgar los premios. Finalmente optamos para el primer lugar por Rojo de vapor y otros poemas, que resultó ser de un joven poeta nacido en Argentina y residente en el Paraguay: Jorge Montesino. El segundo premio se le dio a un libro de Gladys Carmagnola, autora ya conocida en nuestro medio, y creímos necesario no dejar de mencionar otra expresión valiosa, Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales.
El primero y el tercero eran coincidentemente, intentos de “poesía experimental”, por decirlo así para simplificar. En realidad, este tipo de poesía no había sido realizado ni con frecuencia ni con intensidad entre nosotros, salvo raras excepciones. ¿Significa esto que los movimientos de vanguardia, esos “movimientos de ruptura” con el orden poético tradicional, no fueron conocidos en el Paraguay, sino muchos años después de su aparición (me refiero especialmente al futurismo, el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo, etc.) cuando, en un momento de asimilación de los valores tradicionales y modernos, los creadores del ’30 y del ’40, para limitarnos a nuestro ámbito lingüístico, imponían unos estilos poéticos de rigurosa y profunda expresividad, como García Lorca, Guillén, Salinas, Dámaso Alonso, Cernuda, Aleixandre, Miguel Hernández y otros? Así lo creía hasta hace no mucho tiempo, cuando inicié una investigación en los archivos y bibliotecas del polígrafo hispano-paraguayo Viriato Díaz Pérez y el poeta José Concepción Ortiz para verificar la recepción que habían tenido las literaturas modernas en el Paraguay. El primer resultado sorprendente fue que movimientos como el futurismo —ya comentado por primera vez por Rafael Barret en 1909—, el cubismo, el creacionismo, el ultraísmo español e hispanoamericano estaban perfectamente documentados a través de recortes periodísticos, libros y revistas de las tres primeras décadas de este siglo, como Creation, Grecia, Ultra, Cervantes y Nosotros, con los diversos textos poéticos y manifiestos de Marinetti, Vicente Huidobro, Guillermo de Torre, Gerardo Diego, Jorge Luis Borges, Juan Larrea y otros que con el correr del tiempo adquirirían vasta notoriedad. Algunas de estas publicaciones las recibían Díaz Pérez y Ortiz a través del Archivo y de la Biblioteca nacionales, de las que ambos fueron directores, respectivamente.
Pero la creación poética misma no accedería a la modernidad en el Paraguay sino en la década del ’30, en la producción de Josefina Plá y Hérib Campos Cervera y, un poco después, en la de los integrantes más jóvenes del grupo del ’40. Entre éstos, se caracterizaba por su propensión surrealista Óscar Ferreiro, que no reuniría en volumen sus Poemoides, sino ya en la década del ’80. La poética de la generación del ’50 estaba más cerca de la de Miguel Hernández, el Pablo Neruda de Canto General, Nicolás Guillén y Rafael Alberti, que de la poética de las primeras vanguardias europeas y americanas. Excepciones fueron algunos libros de Rubén Bareiro Saguier (Biografía de ausente, 1964) y Elsa Wiezell (Eco tridimensional, 1968, y Poema ultrasónico, 1969) publicados en la década del ’60. La poética de la generación siguiente, la del ’60, si bien se propuso romper con esta tradición estética mediante una expresión concisa y desgarrada, sintonizando las tendencias afines de la poesía hispanoamericana coetánea, no se inclinó tampoco hacia la experimentación. Sólo a fines de esta década o a principios del ’70 apareció una voz que podría incluirse entre las de tendencia experimental: me refiero a Carlos Hempel, ganador de la segunda edición del Premio “René Dávalos” de Poesía, con un libro de afinidades surrealistas que ha permanecido sin publicar hasta ahora. Posteriormente, ya en la década del ’80, Jorge Canese ha intentado cierto tipo de poesía experimental.
Ese es, a grandes rasgos, el panorama poético en que viene a insertarse el libro Rojo de vapor, de Jorge Montesino, así como Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales. Pero el contexto artístico de la obra de Montesino no es sólo el del Paraguay. Ella se inscribe más bien en la gran tradición de vanguardia cuyos hitos fueron el cubismo, el creacionismo de Huidobro, el ultraísmo y el surrealismo europeos y argentinos.
Estos son, en sentido estricto, apenas puntos de referencia para situar estéticamente el libro Rojo de vapor. En su unidad dicho poemario se caracteriza por la expresión “multilateral” —como la llama el propio autor en una especie de epílogo del volumen—, es decir, una totalidad compleja en que concurren la lengua coloquial, imágenes, recuerdos, referencias intertextuales, en una especie de contra-discurso que recupera las propuestas vanguardistas en una clave estética muy actual.
“Poesía multilateral —dice Montesino—: descontextualizadota, enriquecedora por método, lenguaje y contenido, competidora leal de productos, ciencias e ideologías, experimental, conocedora, caótica, mirando y mirador a la vida como proteico devenir (Borges). Cada palabra de este método-teoría-experiencia-invento posee valor por sí misma, por concepto, sonoridad, significado, emoción y relación con las demás. Esto permite acentuar en la forma sin descalificar contenidos que a veces resultan esenciales, aunque el tema de la poesía multilateral linda con el tema exclusivamente literario y con la musicalidad-ritmo-asonancia”.
Señalo, por último, en Rojo de vapor, la concepción global del poema-texto-habla en que se reúnen elementos múltiples, unificados por una poética dinámica y generadora —en cuanto base de la producción artística individual— de un universo pleno de significaciones no ajenas a los referentes vitales. Creo, entonces, que Jorge Montesino ha hecho una valiosa contribución al proceso de nuestra poesía actual.

Texto publicado en el Suplemento Cultural del diario ABC Color
el domingo 26 de enero de 1992
Fragmento de Rojo de Vapor, 1991

juego
con mi alfabeto de ciego bajo el brazo
yo mismo rojo de vapor
sin necesidad de subsidios
sin quitarme los anteojos
ni el velo de tu desvelo
próximo a multiplicarme en sinrazones
abandonado en esta vía pública
desorientado
como un cerro de glorias destruido
sepultado en los capullos de la risa
inundado de niños
con aliento de ajos crudos
latente y oblicuo como el ala de un sombrero
desguarnecido
en medio de la fiesta de la torre eiffel
con parís sin llovizna
y sin almohadas
yo mismo perduro afiebrado
en el soluble humo vapor de las calderas
que acondiciona el aire y el talante
sepultando muñones en tropiezos de escalera
no extraño tu boca
es como si tu lengua estuviera fundida
royendo los dedos
apretando la comisura de mis muelas
desconsolada y harta
anunciando con voz de aeropuerto que una vez más
triunfa el top forty

jueves, 24 de enero de 2008

el castillo del doctor castillo


antes de escribir tré la tré maría o durante su escritura, no tengo buena memoria para esas cosas, recorrí el lugar donde iba o ya había planteado la acción de la novelita'í, esta casa, hoy ocupada por nuevos dueños, fue conocida durante muchos años (aún muchos la llaman de esa manera) como "el castillo", pero además, allí habitó un tal doctor castillo, uno de verdad, no el de la novelita, claro está. del verdadero, me contaron los vecinos del lugar que tenía una esposa tan gorda que, cuando falleció, hubo que retirar el cuerpo a través del balcón porque no cabía en las estrechas escaleras que descendían desde el dormitorio ubicado en la planta alta, no sé si es cierto, pero alimenta la fábula. del propio doctor dicen que murió luego de pedir un vaso de agua a su vecina en el lindero de alambre. alimentemos el mito, es gratis. para llegar a la casa hay que andar un sendero de unos cien metros mientras se disfruta del acariciante aroma de los pinos que están a la izquierda del camino, la tranquera está siempre abierta. la entrada de la casa se encuentra a unos seiscientos metros del límite del barrio estación, creo que el sitio es conocido como compañía costa espinillo y el pinoty separa el lugar del ingenio santa rita o ingenio chico, donde están plantadas algunas de las acciones de la novelita, la muerte de maría isabel por ejemplo, al caer de las escaleras de un elevador, esta es la casa. para los fisgones y los que gustan de tener detalles y referencias es que publico esta foto. quizá más adelante entregue una serie de otras fotos que forman parte de la presentación multimedia de tré la tré maría. de nada.

auto-cita: escrito y publicado en el noventa

Fragmento de Proceso dinamizador y multilateralidad en la poesía, (remedo de ensayo cuya única frase rescatable es la que aquí transcribo, el resto delete), 1990

"Deambula por calles y plazas de esta ciudad (1) una poesía vieja, desganada, producida a repetición, sin invenciones, en eterna pose grandilocuente sólo verosímil para un puñado de cretinos que deben ser extirpados de ella sin concesión alguna. Esa es la poesía de la desesperanza que debe ser fulminada por el curare de la nueva palabra, esa es la estética del fracaso que debe ser enterrada junto a quienes la pregonan."

(1) Da lo mismo si es la Asunción de aquel 1990, la de hoy o esta Villarrica de 2008, las cosas no han cambiado.

shine in the farmer (siembras)

después de cortar los frutos y meterlos en la olla, las manos grandes destraban las semillas de su nido hasta entonces oscuro - la multiplicación de los panes - el milagro de la tierra húmeda - un rayo que busca la luz - y el nacimiento, que es tan simple como la concepción - después de observar las primeras hojas las manos grandes las rozan - y con una herramienta hecha con la mitad longitudinal de una tacuara, comienza el trasplante - la siembra se proyecta - devenir de frutos

miércoles, 23 de enero de 2008

Potencia arrolladora del ñe'ereí:Tudela sancho sobre "Tré la tré maría"

Por Cristino Bogado
No me gustan 2 gèneros literarios: la novela policial y el sci-fi: En una, por esa compulsión por llegar al final, por "saber" el autor del fato escandaloso que como bing bang explotion puso en movimiento una vez màs su makinaria genérika, de saltar por sobre el placer de la lectura-escritura, de buscar la eyaculación apokalíptika y no los infinitos y enracimados matices de la delicia nimia e infinitesimal... Abril rojo y El Nombre de la rosa por eso no son novelas estrictamente en un sentido sino acaso puestas en práctika del método de control Silva, el maratonismo que linda con el matonismo del fin... Narrativa del origen y del fin, puesta en paréntesis del medio, aristotelismo a medias, comercialismo de la curiosidad morbosa, "cómo, pero cómo matar y qué cara componer para la ocasión”. Ese Sherlock Holmes pierciano, posmo, mera gratuidad de un anacronismo tramposo, de mala fe, cuando nos cae mal alguna actitud normal de la episteme o paradigma medieval, tomista, ahora sí anacrónicaite, superada ya, allí nuestro héroe contemporáneo se incrusta aportando nuestra acomodada visión actual, actualizada, correcta…
Y el sci-fi con su compulsión a impresionar nuestro presente provinciano con artilugios evocados de un futuro muy pero muy cercano, ultratecnológico, feériko....
En cambio mi colega Jorge Montesino, el escritor villarikeño-correntino, a inaugurado flamante blog con el texto de pos-presentación de su última producción --publicada con Jakembó editores en julio del 2007 cómo dice el bueno del texto presentante ultra o pospolicial--, por obra y gracia del ecrivain judeo-cartaginés-paraguayo Antonio Tudela.

martes, 22 de enero de 2008

el nuevo reino del adjetivo

voy a hacer del archidegradado adjetivo arcaico, moderno, completo o inseguro una palabra renovadora que salte y se desmorone oblicua o vertical - serán volcanosos los espacios alados del glorioso nuevo reino, no más esmeraldas cintas arrepolladas, sino una mujer brillosa y quieta que duerme sola en una casilla de madera sembrada de filosas rendijas y de las sabrosas rodajas de tocino que deja caer la luna, he de fundarla así una patria nueva para las letras

y que me pongan sobre la sucia mesa la pura mentira literaria porque me la como con las manos

y que me la mueran mis cuchillos, en pedacitos y manchada, como si fueran simples cosas del mundo animal

y que me pongan sobre la roñosa mesa las enormes llaves de la pura mentira literaria y no, no sirven para una mierda, si la palabra, sea lo que mierda fuere, no te abre las piernas y no te hace gritar como loca como a mí me gusta que grites. que me pongan las putas llaves

y que me pongan sobre la podrida mesa, la extenuante mesa de las prendas literarias y sobre su faz un cuarto lleno de puertas de todos los tamaños encabezadas por números mágicos, en cantidad suficiente y me comeré las puertas de la estúpida pura mentira literaria y me comeré el cuarto con sus ladrillos de bromato y que el penoso cáncer que se cuela de a poco reciba su alimento

voy a hacer del encharcado y roñoso adjetivo un temblor sin detenciones

obras de tierra (extraído del perro y posteriormente corregido)

cavar pozos es una actividad que los pájaros practican sólo para resguardar su prole aún no nacida. pero no son sólo los pájaros, que a veces, cuando eligen el suelo, cavan pozos para anidar, casi todos los animales se resguardan en los pozos que cavan. los hombres cavan fosas y antes de que llueva las llenan de cadáveres: tumbas y trincheras

desiertos (1)

y te quedás hablando pavadas / ¿para qué querés quedar en la memoria de alguien? / no posee densidad esa condición / apenas la textura de la voz que nombra o el aroma imperceptible del recuerdo / la muerte y punto / pero cuando hablo de desiertos no hablo de la muerte / sino de la fruta que ya madura cae sobre la tierra infértil y aunque se pudra / de la palabra que no alcanza para significar ni siquiera un ataque de asma / ni un estertor / de la palabra cuando es inútil / totalmente inútil y laxa y lavada / de la palabra que no alcanza a proyectarse sobre las paredes mientras camina / a eso va / y te quedás hablando pavadas / y no es la muerte / pero igual que esta mañana, un desierto

lunes, 21 de enero de 2008

el comentario de antonio tudela sancho sobre "tré la tré maría"


Que cómo comenzó la historia, já... Y cómo puede comenzar, o cómo puede terminar una historia. Quién lo sabe. A la manera de una murga, una canción de cuna o una oración recitativa, el estribillo lanza una y otra vez al infinito lo trascendental y su evanescencia, el deseo de re-conocer al fin y para siempre lo que pasó y la imposibilidad de satisfacer tal anhelo --humano, demasiado humano-- expresada desde un principio en una suerte de guiño cómplice, decididamente sabio. Que cómo comenzó la historia, o lo que viene a ser lo mismo, que en qué quedó todo. . María Rosana, María Belinda y María Isabel, Cirilo el jaguá, Tarzán, Balú y Casimiro, Ramón’í, Rubén, Castillo, pa’í Alberto, el mismísimo León Cadogan... Todos los nombres propios --y muchos de ellos impropios-- de esta novela’í coral y repleta de voces fingidas, de gritos recogidos y arropados por fantásticos silencios, se pierden en la penumbra del pinoty, espacio insondable que todo lo engulle sin devolver nada, indiferente a la vida y a la muerte, estos a fin de cuentas conceptos humanos, fruto de la azarosa fabulación de los hombres, que nada tienen que ver con la fértil inhumanidad de la tierra.
Vida y muerte. Principio y término, comienzo y final de una historia: vanas obsesiones para lectores y narradores apresurados. La necesidad de saber quién es el asesino, como alguna vez dijo Vázquez Montalván, no sólo es consecuencia de la curiosidad o el chismorreo, sino también de una actitud moral que reclama justo castigo para el crimen. De ahí que la mejor novela negra del siglo XX haya jugado a defraudar a ese lector-tipo, normalizado reflejo burgués del sistema policial y judicial dueño en última instancia de la verdad. En esa narrativa, el criminal presenta desde la primera página su tarjeta de visita, o el detective --en una tradición que incluiría al mismísimo y victoriano Sherlock Holmes-- se contenta con acompañar los desvelos de la lectura en pos de una verdad’í que fulgure un instante tras los signos, en una suerte de juego de revelación relativa de la trama al que le resulta por completo ajena la idea de entregar al supuesto criminal a la justicia, sea humana o divina. Esto significa hablar de literatura, con todas las mayúsculas que nunca pondremos a estas cursivas: el escritor sabe que el verdadero asesino de su novela es él mismo, que él es la prostituta y su proxeneta tanto como el amante casual que al quilombo se acerca, el gángster y el policía, el homosexual y el fascista, el bolchevique y el heterosexual, la víctima y el asesino, sin que quepa invocar acá los fatigados nombres de Whitman, Nietzsche o Borges.
Tré la tré maría pertenece a esta tradición de la mejor escritura negra. Pues sostenemos --si se nos permite la pedantería’í-- que se trata de un thriller policíaco de ambientación guaireña. Pero su autor va mucho más lejos. Porque pese a las apariencias no cuenta con llegar a una verdad, con resolver un enigma, con encontrar un culpable para un supuesto crimen --cuya «realidad» como caso poco nos importa en la escritura--, ni siquiera en su trasunto postmoderno, socorrida parodia mediante. Le basta con enunciar, que tampoco responder, una y otra vez el embrollo inicial y su imposibilidad misma: que cómo comenzó la historia: já, pretexto festivo para un carnaval de palabras en que a todos se les otorga voz propia (si no la agarran sin más por su cuenta): los vivos y los muertos, los humanos y los perros, los protagonistas y quienes ni en sueños darían un ochavo por esta u otra historia.
¿Que dónde comienza una historia? ¿Que dónde termina? ¿Y una vida? Posiblemente en ningún lugar: no importan los principios, ni mucho menos los finales. Una historia, una vida transcurre, es y pasa, pertenece al medio, fuga o se desplaza imparable y a distintas velocidades por el plano de pura inmanencia que forman las voces, los recuerdos, las confesiones, los sueños, los deseos, las mezquindades, los fingimientos... En una palabra: los chismes (y que a nadie le sea dado interpretar: la voz del pueblo). De todo ello sabe mucho esta novelita-í que miente desde el momento en que se nos presenta con tan humilde como falsa advertencia. Novela inmensa, cuyos logros mayores radican no en pretender verdad alguna, ni siquiera la verdad’í del mínimo desvelo, sino en la risa furtiva, sigilosa, con que una multiplicidad de voces --huyamos de toda referencia al «perspectivismo», concepto inútil donde los haya-- larga como saber absoluto su total insipiencia. Virtud y fuerza, potencia arrolladora del Ñe’erei. Sabiduría del no-saber que se sabe tal pero no pide ser completado de ningún modo (cicuta doble para Sócrates, padre de todos los carenciados espirituales). Indiferencia de la tierra, indiscernibilidad de la vida y de la muerte, arandu ka’aty sin principios ni moral, más allá del bien y del mal: «Las cosas crecen rápido acá en esta tierra húmeda, lluviosa, donde el calor siempre está ahí para fertilizar cualquier semilla, mala o buena, sin importar las consecuencias». Saber perenne del mango, ese árbol de procedencia extranjera y extática pero tan paraguayo, auténtico canto de aromas y colores a la diáspora y al nuevo arraigo tanto como a la generación, la maduración, la muerte, la putrefacción y el renacimiento. Nacer y morir, salvar la vida y morir, matar y morir, se mezclan en la indiferencia eterna de la tierra feraz, «... porque total todo tiene su reemplazo». De lo que no se sabe, de lo que no se puede hablar, hay que escribir.
¿Y el narrador?, se nos preguntará. ¿Qué hay de la sabida omnisciencia de la voz narrativa, esa especie minorada de supraconciencia creadora que todo lo sabe engarzar con su hilván? Justo la inversión del procedimiento clásico: el narrador es quien menos sabe, narrador nihilciente que no omnisciente, «yo narrador» que, vuelto detective o inquisidor del imposible comienzo de la historia, se ve obligado a salir al encuentro de sus personajes, desde la indefinición del género («Yo hombre, yo mujer»), vago kurépa chanta, hinchador e ininteligible reidor a solas cuya sombra a ratos se pierde y vuelve a surgir como la del más inocente peregrino. Voz narrativa que ha de mezclarse con las voces de sus personajes, a fin de situar simplemente un punto final a la historia. Es decir, para terminar la historia, para rematarla, el narrador se vuelve el asesino, sabe que por definición le toca en suerte jugar ese papel. En la mano el cuchillo con voluntad propia, primo hermano del que arrastra y dota de un destino circular y recurrente, siempre en eterno retorno, a los orilleros del Borges más castizo. «Ser uno más de los que matan y mueren sin importarles nada, porque total todo tiene su reemplazo.» Porque las cosas son como son, y no como quisiera la fábula azarosa de los hombres.

las matemáticas tampoco sirven para nada

adrián paenza sabe de matemáticas, éstos, sus ejemplos aparecidos al final de un artículo que me trajo a la memoria los simpáticos palíndromos de filloy y cortázar, no sirven para una mierda así que deberían ser pura poesía

1 x 8 + 1, = 9
12 x 8 + 2, = 98
123 x 8 + 3, = 987
1234 x 8 + 4, = 9876
12345 x 8 + 5, = 98765
123456 x 8 + 6, = 987654
1234567 x 8 + 7, = 9876543
12345678 x 8 + 8, = 98765432
123456789 x 8 + 9, = 987654321

1 x 9 + 2, = 11
12 x 9 + 3, = 111
123 x 9 + 4, = 1111
1234 x 9 + 5, = 11111
12345 x 9 + 6, = 111111
123456 x 9 + 7, = 1111111
1234567 x 9 + 8, = 11111111
12345678 x 9 + 9, = 111111111
123456789 x 9 +10, = 1111111111

9 x 9 + 7, = 88
98 x 9 + 6, = 888
987 x 9 + 5, = 8888
9876 x 9 + 4, = 88888
98765 x 9 + 3, = 888888
987654 x 9 + 2, = 8888888
9876543 x 9 + 1, = 88888888
98765432 x 9 + 0, = 888888888

1 x 1, = 1
11 x 11, = 121
111 x 111, = 12321
1111 x 1111, = 1234321
11111 x 11111, = 123454321
111111 x 111111, = 12345654321
1111111 x 1111111, = 1234567654321
11111111 x 11111111, = 123456787654321
111111111 x 111111111, = 12345678987654321

las cosas que desnudan lo que pasa

se apaga la luz y el pie da de lleno en la pelota, no hace falta ver el momento para saberlo, el sordo sonido del botín contra el material sintético, un ¡tum! en el silencio de lo que se supone una sala amplísima, tanto como para permitir el vuelo del esférico y sentir como es atrapado por una red de hilos de náilon, cómo pica en el suelo una y otra vez hasta desparecer del acto, mutis en la oscuridad, las cosas no son porque se vean