el agotamiento la cubre desde un pulverizador que va metiendo colores cada vez más apagados y comienza a volverse de un cierto rojo extenuado, y caen las hebillas del pelo sobre una mesa y el pelo sobre los hombros, la espalda. un rosa embarrado o la sangre en el lavatorio, aguada, y caen los aros y anillos. las cosas de alrededor comienzan a encerrarse en grises de peltre y el pequeño broche del corpiño queda suelto debajo de la blusa. pátina de ciertos violetas aún no acabados y las marcas de los bordes de los zapatos tatuadas en la piel, se quedan solas. el escandaloso degradé comienza a derramarse sobre las metálicas oscuridades y el deslizarse de los livianos tejidos emprende rumbos inciertos, la pollera en el suelo y la blusa, alejada de la cabeza, sobre el respaldo opaco de una silla. las hojas de los árboles pierden su capacidad de teñir de verde el aire y la última hoja cae al suelo, hay un suspiro, unos pasos y un ruido de agua que corre en la oscuridad
miércoles, 30 de enero de 2008
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