viernes, 25 de enero de 2008

rojo de vapor: la historia, las críticas y una mini-muestra


la historia se desarrolla entre finales de 1988 y mediados de 1990. la primera fecha marca mi encuentro con douglas k. currier, escritor estadounidense, y con la poesía imaginista de ese país. también esos últimos meses de 1988 marca un tiempo de crisis profunda en argentina, allí comenzó la hiper-inflación y el desbande de muchos, en ese mismo lapso fueron creados los poemas que me llevarían a participar de la primera bienal de arte joven de buenos aires (1989), allí conocí casi por casualidad a juan carlos maneglia y alejandra garcía, que habían llegado desde asunción, el uno con sus primeros videos y la otra con sus obras plásticas. lostres andábamos en ese entonces cerca de los 25 años de edad. luego de aquella maravillosa y enriquecedora experiencia en la que también conocí a víctor redondo, luis bravo y néstor perlongher entre otros, volví a la calma chicha de corrientes donde completé un primer intento fallido de libro. la crítica mordaz de mi amigo douglas k. currier me facilitó el camino para archivar el mamotreto e iniciar una carrera (en el sentido literal del verbo correr) donde las palabras eran tecleadfas en una maquinita portátil sobre un escritorio de vidrio de frente a una ventana que daba a un patio con algo de verde y muy cerca de la hilandería tipoití en la ciudad de corrientes. en julio de 1989, incluyendo en mi bolso gran parte del manuscrito de rojo de vapor (ya tenía título), partí rumbo a asunción para trabajar, para iniciar algo de nuevo. allí terminé el libro. lo adecué a las características exigidas por el concurso de la embajada española y finlamente (creo) disfruté de los mil quinientos dólares del premio. el libro tardó un año en editarse (1991) y otro año en ser nuevamente premiado (1992), con el premio junta municipal de literatura (en su primera edición) otorgado a los libros éditos en el período desde el golpe del 89 hasta creo que septiembre del 92. esta vez no hubo dólares sino una placa de metal y el reconocimiento de la ciudad, el premio me lo entregó el arquitecto jorge rubbiani que entonces era concejal municipal. lo cierto es que leer rojo de vapor ahora es para mí una experiencia bastante displacentera. son pocas las líneas y las imágenes que me conforman, por no decir ninguna, y a veces no llego a entender lo que se dijo entonces del libro. en fin, historias, no más que eso
EXPERIMENTAL POR EXCELENCIA

por Jorge Aiguadé

“rojos de vapor los inquietadores / canjean ruidos por incertidumbres…” dice Jorge Montesino y expone, tal vez sin pensarlo el principio de su poética. Rojo de Vapor es un largo poema en el que los impulsos de los sonidos, del juego rítmico, lleva a trastocar el sentido habitual del lenguaje, incluido el poético. El poeta, prestidigitador / inquietador, trueca sonidos por incertidumbres, y deja al mundo en suspenso entre su otra faz (la que no se ve con los ojos habituales) y la que podría ser la verdadera…
Experimental por excelencia, la poesía de Montesino rescata un trabajo de larga tradición en la poesía universal. La punta de la madeja remonta a Mallarmé, y la otra punta suele desembocar también en Mallarmé. En el caso de Rojo de Vapor parece ser así, pero por el medio pasa toda la tradición de la imaginería surrealista y la poesía coloquial de los años 50 / 60.
Hace mucho bien al proceso de nuestra poesía que se incorpore esta voz tan lúdica y libre. No por ser lúdica y libre solamente, sino porque su trabajo está sustentado por la sensibilidad estética y la intuición, características que nunca faltan en los poetas de verdad.

Asunción, mayo de 1991
Texto publicado en la contratapa
de la primera edición del libro “Rojo de Vapor y otros poemas”

ROJO DE VAPOR Y LA POESÍA DE VANGUARDIA EN EL PARAGUAY

por Miguel Ángel Fernández

Cuando en 1990, en ocasión del concurso de poesía “V Centenario”, convocado por el Centro Cultural “Juan de Salazar” y el Instituto de Cooperación Iberoamericana, leí, en mi condición de miembro del jurado, los poemarios presentados al mismo, me quedé impresionado por el nivel bastante alto de la mayoría de los trabajos. Eran diversas expresiones que iban desde los poemas intimistas y testimoniales, pasando por alguna manifestación enraizada en la cosmovisión mítica guaraní, hasta algunas experiencias afines a las vanguardias poéticas de este siglo. No fue fácil otorgar los premios. Finalmente optamos para el primer lugar por Rojo de vapor y otros poemas, que resultó ser de un joven poeta nacido en Argentina y residente en el Paraguay: Jorge Montesino. El segundo premio se le dio a un libro de Gladys Carmagnola, autora ya conocida en nuestro medio, y creímos necesario no dejar de mencionar otra expresión valiosa, Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales.
El primero y el tercero eran coincidentemente, intentos de “poesía experimental”, por decirlo así para simplificar. En realidad, este tipo de poesía no había sido realizado ni con frecuencia ni con intensidad entre nosotros, salvo raras excepciones. ¿Significa esto que los movimientos de vanguardia, esos “movimientos de ruptura” con el orden poético tradicional, no fueron conocidos en el Paraguay, sino muchos años después de su aparición (me refiero especialmente al futurismo, el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo, etc.) cuando, en un momento de asimilación de los valores tradicionales y modernos, los creadores del ’30 y del ’40, para limitarnos a nuestro ámbito lingüístico, imponían unos estilos poéticos de rigurosa y profunda expresividad, como García Lorca, Guillén, Salinas, Dámaso Alonso, Cernuda, Aleixandre, Miguel Hernández y otros? Así lo creía hasta hace no mucho tiempo, cuando inicié una investigación en los archivos y bibliotecas del polígrafo hispano-paraguayo Viriato Díaz Pérez y el poeta José Concepción Ortiz para verificar la recepción que habían tenido las literaturas modernas en el Paraguay. El primer resultado sorprendente fue que movimientos como el futurismo —ya comentado por primera vez por Rafael Barret en 1909—, el cubismo, el creacionismo, el ultraísmo español e hispanoamericano estaban perfectamente documentados a través de recortes periodísticos, libros y revistas de las tres primeras décadas de este siglo, como Creation, Grecia, Ultra, Cervantes y Nosotros, con los diversos textos poéticos y manifiestos de Marinetti, Vicente Huidobro, Guillermo de Torre, Gerardo Diego, Jorge Luis Borges, Juan Larrea y otros que con el correr del tiempo adquirirían vasta notoriedad. Algunas de estas publicaciones las recibían Díaz Pérez y Ortiz a través del Archivo y de la Biblioteca nacionales, de las que ambos fueron directores, respectivamente.
Pero la creación poética misma no accedería a la modernidad en el Paraguay sino en la década del ’30, en la producción de Josefina Plá y Hérib Campos Cervera y, un poco después, en la de los integrantes más jóvenes del grupo del ’40. Entre éstos, se caracterizaba por su propensión surrealista Óscar Ferreiro, que no reuniría en volumen sus Poemoides, sino ya en la década del ’80. La poética de la generación del ’50 estaba más cerca de la de Miguel Hernández, el Pablo Neruda de Canto General, Nicolás Guillén y Rafael Alberti, que de la poética de las primeras vanguardias europeas y americanas. Excepciones fueron algunos libros de Rubén Bareiro Saguier (Biografía de ausente, 1964) y Elsa Wiezell (Eco tridimensional, 1968, y Poema ultrasónico, 1969) publicados en la década del ’60. La poética de la generación siguiente, la del ’60, si bien se propuso romper con esta tradición estética mediante una expresión concisa y desgarrada, sintonizando las tendencias afines de la poesía hispanoamericana coetánea, no se inclinó tampoco hacia la experimentación. Sólo a fines de esta década o a principios del ’70 apareció una voz que podría incluirse entre las de tendencia experimental: me refiero a Carlos Hempel, ganador de la segunda edición del Premio “René Dávalos” de Poesía, con un libro de afinidades surrealistas que ha permanecido sin publicar hasta ahora. Posteriormente, ya en la década del ’80, Jorge Canese ha intentado cierto tipo de poesía experimental.
Ese es, a grandes rasgos, el panorama poético en que viene a insertarse el libro Rojo de vapor, de Jorge Montesino, así como Hurras a Bizancio, de Joaquín Morales. Pero el contexto artístico de la obra de Montesino no es sólo el del Paraguay. Ella se inscribe más bien en la gran tradición de vanguardia cuyos hitos fueron el cubismo, el creacionismo de Huidobro, el ultraísmo y el surrealismo europeos y argentinos.
Estos son, en sentido estricto, apenas puntos de referencia para situar estéticamente el libro Rojo de vapor. En su unidad dicho poemario se caracteriza por la expresión “multilateral” —como la llama el propio autor en una especie de epílogo del volumen—, es decir, una totalidad compleja en que concurren la lengua coloquial, imágenes, recuerdos, referencias intertextuales, en una especie de contra-discurso que recupera las propuestas vanguardistas en una clave estética muy actual.
“Poesía multilateral —dice Montesino—: descontextualizadota, enriquecedora por método, lenguaje y contenido, competidora leal de productos, ciencias e ideologías, experimental, conocedora, caótica, mirando y mirador a la vida como proteico devenir (Borges). Cada palabra de este método-teoría-experiencia-invento posee valor por sí misma, por concepto, sonoridad, significado, emoción y relación con las demás. Esto permite acentuar en la forma sin descalificar contenidos que a veces resultan esenciales, aunque el tema de la poesía multilateral linda con el tema exclusivamente literario y con la musicalidad-ritmo-asonancia”.
Señalo, por último, en Rojo de vapor, la concepción global del poema-texto-habla en que se reúnen elementos múltiples, unificados por una poética dinámica y generadora —en cuanto base de la producción artística individual— de un universo pleno de significaciones no ajenas a los referentes vitales. Creo, entonces, que Jorge Montesino ha hecho una valiosa contribución al proceso de nuestra poesía actual.

Texto publicado en el Suplemento Cultural del diario ABC Color
el domingo 26 de enero de 1992
Fragmento de Rojo de Vapor, 1991

juego
con mi alfabeto de ciego bajo el brazo
yo mismo rojo de vapor
sin necesidad de subsidios
sin quitarme los anteojos
ni el velo de tu desvelo
próximo a multiplicarme en sinrazones
abandonado en esta vía pública
desorientado
como un cerro de glorias destruido
sepultado en los capullos de la risa
inundado de niños
con aliento de ajos crudos
latente y oblicuo como el ala de un sombrero
desguarnecido
en medio de la fiesta de la torre eiffel
con parís sin llovizna
y sin almohadas
yo mismo perduro afiebrado
en el soluble humo vapor de las calderas
que acondiciona el aire y el talante
sepultando muñones en tropiezos de escalera
no extraño tu boca
es como si tu lengua estuviera fundida
royendo los dedos
apretando la comisura de mis muelas
desconsolada y harta
anunciando con voz de aeropuerto que una vez más
triunfa el top forty

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