martes, 13 de octubre de 2009

annpreitz

El texto que sigue es un fragmento de la novela que lleva el mismo título que el de esta entrada. Una novela que, según los planes, deberá estar publicada en septiembre del año que viene. Esto es un anticipo. Gracias.
“Hay momentos en los que cuesta trabajo reconocer la propia edad. Llegamos a viejos sin darnos cuenta, sin preparación. Lo pienso ahora que la veo, la observo en detalle sin que ella se conmueva por nada, sin que ella me sorprenda la mirada con un gesto de complicidad. Nunca los tuvo. Creo que hemos, sí, “hemos”, los dos, privilegiado la convivencia sobre cualquier otra cosa. No ha habido momentos conmovedores entre nosotros. Por ejemplo, sé, con total certeza que ella nunca ha interrumpido la intimidad de mi rostro al momento de afeitarme, por lo tanto no he tenido ocasión de colocar sobre la punta de su nariz un dedo de crema. Nunca hemos reído juntos sin razón alguna, no tengo certeza pero me parece que nunca hemos reído juntos ante ninguna situación ni cómica, ni ridícula, ni desgraciada para un tercero. Lo pienso ahora que observo el movimiento de sus pasos. Esa lentitud que aún no llega a arrastrarse, pero que permite ver ese inexorable devenir que no tardará en llegar. Esos gestos fáciles: agacharse para levantar mis pantuflas y luego hacer el recorrido para alcanzármelas casi sin mirarme, automáticamente. Me ha permitido que la observe durante toda la vida, entonces lo hago. Ella está ahí sin demostrar cambios en su música interna, siempre la misma nota, siempre monótona, parsimoniosa y lejana aunque la tuviera entre mis brazos. Observo sus ojos sin peculiaridad mientras la mirada va de un objeto a otro. ¿Pensará ella las mismas cosas con respecto a mí, estará observando mis gestos, o su amor, si es que se trata de amor, apoyará las patas en esos extraños signos que a veces se tejen alrededor de la palabra admiración? ¿De cuál de mis malignos pensamientos se quedó prendida y no pudo despegarse? ¿En qué momento decidió que era yo la persona?
Debo pensar en la posibilidad más cierta. Lo más probable es que ella, al igual que yo, haya renunciado a la búsqueda y se haya agarrado de lo primero que se le puso en el camino. Alguien con quien mantener un placer razonable y un pasar estrecho pero aceptable, alguien que no pida demasiado y a quien no exigirle casi nada, alguien con quien comer a las horas de comer y dormir a las horas de dormir.
No.
Eso no es conformismo.
Tiene otros ingredientes.
Porque yo sé de sus ojos sin peculiaridad y ella no debe desconocer que la floja carne de mi rostro es por lo menos, olvidable.”


* * * * *


El escenario del amor a veces no es lo planeado. Y aunque no sea el ideal se transforma en el escenario del amor. No lo elegimos, se presenta de pronto. Las cosas pasan así, como cuando un perro nos ataca y nos muerde o el automóvil se nos va de las manos y perdemos el control y provocamos un accidente. Es un instante. El paisaje da vueltas y pierde su inexorable y repugnante pobreza, y aunque luego de los revolcones y la pasión nos quede un insoportable olor a mierda en todo el cuerpo, por un momento fue otro. Por un momento fue el lugar ideal.

1 comentario:

Unknown dijo...

En el primer texto me acordé de unas palabras de la Yourcenar que busqué para transcribírte (por contraste)Ahí van :
"Alguien que nos apoye,nos aliente,a veces nos oponga algo,alguien que comparta con nosotros con igual fervor,los goces del arte y de la vida,sus tareas siempre pesadas,jamás fáciles.Alguien que no sea ni nuestra sombra ni nuestro reflejo,ni siquiera nuestro complemento,sino alguien por si mismo,alguien que nos deje en completa libertad y que nos obligue sin embargo,a ser plenamente lo que somos...."